Y bueno... qué esperaban, a pesar de nuestra inquietante aura romántica, los dibujantes también nos engripamos.
Por mi parte, le pedí al Gato de Colores que me reemplazara y posteara él algún dibujo, pero sólo obtuve por respuesta una mirada ausente, desparramada y panza al cielorraso desde arriba de la mesa, como de quien está haciendo una digestión muy larga, y no puede mover un lápiz.
El Gato tampoco me alcanza las vitaminas.
Ya me voy a curar y voy a colgar nuevos dibujitos. Por ahora, a conformarse con esta miscelánea autobiográfica.
El pañuelo rosa me lo regaló mi abuela.
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